Después de esta primera incursión tenía
una espinita clavada por aquella gran cagada, y que mejor manera de resarcirse
que realizar la misma escalada en solitario aumentando así el compromiso. La
idea me surgió durante el invierno. Al principio no le di importancia, me
pareció algo intangible, irrealizable, pero poco a poco la idea descabellada
fue abriéndose paso en mi mente como una planta que crece, esperando una
oportunidad.
Cuando se emprende una escalada de
estas características, la logística es una parte importantísima de la
actividad, el previo que debemos realizar debe ser realmente meticuloso. En
estas fechas todavía queda bastante nieve en cotas altas del Pirineo, por eso
los crampones y el piolet serán herramientas imprescindibles a lo largo de la
ascensión. Llevare una cuerda de uso en simple de 9mm de 60m y un cordino muy
fino de 30m por si tuviera que hacer una eventual retirada. Para asegurarme
utilizare un grigri “trucado” y dos
juegos de friens completos hasta el
numero 4, incluido dos juegos de micros. Esta vía al ser una gran clásica está
bastante equipada con clavos, pero aun así abundan las fisuras donde tendremos
que auto-proteger nuestro avance.
La noche de antes de emprender una
gran aventura en solitario, la mente tiene tal agitación que no duerme, no
descansa, y cuando suena el despertador el cuerpo está entumecido, por eso la
motivación y la fuerza de voluntad juegan
un papel tan importante en este momento. Es muy fácil abandonar la empresa y
volver al dulce calor de la cama y terminar así antes de haber empezado.
Una vez montado en el coche la pereza
desaparece, pero en su lugar la incertidumbre y el temor van creciendo, la
mente comienza a divagar y estudiar todas las posibles variables que pueden
ocurrir a lo largo del día.
La larga aproximación tantas veces recorrida
discurre sin complicaciones, durante este monótono trayecto los pensamientos
viajan a lugares remotos, lugares que de momento solo están en mi imaginación,
lugares en los que me gustaría estar en un futuro, sueños al fin y al cabo. Solo al final, a los pies del Espolón
Norte del Pettit Midi tengo que volver
al a realidad para sortear el gran nevero, que me deposita al pie del primer
bastión rocoso.
Elijo una exigua repisa, justo en
la rimaya una vez terminado el tramo de nieve, donde me preparo para la
escalada. Los movimientos deben ser cuidadosos debido al reducido espacio y a
la precariedad de la roca. En este primer tramo no me auto aseguro ya que según
el croquis es IV grado y no debería de suponerme dificultad alguna, pero la
roca es realmente inestable y a esto hay que sumarle el peso de la mochila. Escalo
en tensión, una caída podría ser fatal, unos pasos más y llego a la vira que da
acceso al Gran Pilar. El ambiente es sobrecogedor, cada vez que miro hacia arriba
las dudas se me apoderan, la fuerza de voluntad flaquea, la roca es tan desplomada
que parece que quiera abalanzarse sobre mi cabeza. Intento desoír los consejos
que me da la razón y sigo a mi corazón que me insta a seguir subiendo. El
primer largo del espolón lo hago sin cuerda ya que es bastante fácil, esto me
permitirá progresar más rápido y ganar tiempo a un día que se prevé
maratoniano.
Sigo la línea correcta en medio
del caos de bloques, fisuras y desplomes, llegado a un punto veo una cómoda
reunión desde la que empezar a auto-asegurarme. A partir de aquí la escalada se
presenta más vertical y difícil, seguir sin cuerda seria forzar demasiado la
seguridad, así que preparo todo el sistema. Empalmo dos largos seguidos que me
colocan debajo del impresionante techo del cuarto largo. Lo malo de ir en
solitario es que cada vez que haces un largo tienes que volver a repetirlo para
recuperar el material que has ido utilizando, por lo que al final del día has
realizado la ruta dos veces completas.
El siguiente largo es realmente
espectacular, desploma casi todo el rato, pero a mitad tiene un techo
completamente horizontal que se sortea en libre, no sin su correspondiente
apretón. Al llegar a la reunión ya podemos decir que hemos calentado, y otra
vez misma operación, fijar la cuerda desmontar los seguros y volver a escalarlo
otra vez.
La sensación de soledad se apodera
del momento, en kilómetros a la redonda intuyes que no hay ni una sola persona
y eso acrecienta la fatiga mental. La abstracción en la escalada y las
maniobras es tal que me descubro cantando y tarareando ritmillos estúpidos que
consiguen en efecto relajante, en otras ocasiones hablo y me animo en voz alta
como si de un compañero imaginario se tratara.
La siguiente
tirada también es exigente. Vuelvo a empalmar dos largos, 6b+ y 6c+, que por
supuesto subo trampeando, agarrándome a los seguros como si no hubiera un
mañana. En estos momentos vale todo con tal de salir indemne de esta aventura.
Llego a la reunión y comienzo a sentir la fatiga, pero otra vez sin dar tiempo
a recuperar las pulsaciones vuelvo a bajar para rehacer el largo otra vez. Como
en el “día de la marmota” aparezco por segunda vez en la misma repisa y miro la
hora. Quedo gratamente sorprendido de lo pronto que es, enlazar largos me ha
ahorrado mucho tiempo, así que decido pararme un rato a recuperar fuerzas y comer
un poco, la verdad es que me encuentro bastante cansado y todavía queda bastante
vía hasta el final del pilar.
Después del descanso y con el
estomago lleno la vida se ve de otra manera. Vuelvo a la acción empalmando los
dos siguientes largos. Es una autentica
lastima, pero en la antepenúltima tirada un desprendimiento ha cambiado
completamente la morfología de la escalada, y donde antes había un precioso
largo de fisura off-width, ahora ha quedado un diedro ciego desplomado con
clavos, que tendremos que escalo en artificial.
Sobre las cinco de la tarde
alcanzo la cumbre del Piton de la Fourche, han sido ocho horas de intensa
escalada a la sombra del Midi. No hay lugar para la relajación, todavía me
queda por delante la difícil bajada. No sin numerosas dudas, elijo la bajada de
la Fourche, donde hace años me toco pasar la noche, pero en esta época del año
mantiene nieve a lo largo de todo el recorrido, lo que me permitirá bajar
directo y de forma segura gracias a los crampones y el piolet. Dicho y hecho,
sobre las seis aparezco en el refugio de Pombie
donde hablo con la primera persona en todo el día, ahora ya sí que me relajo y
toda la tensión acumulada durante el día se desvanece y una profunda sensación
de felicidad y de vacio surge en su lugar. Imagino que este efímero momento podría
ser la explicación al por qué de todo esto…
Sí señor. A solas, con las lógicas incertidumbres y superándose.
ResponderEliminar