En azul la vía de descenso. |
Cuando pasas por debajo de esta
gran montaña de camino al refugio de Respomuso, impresiona la desolación del lugar, miras
hacia arriba y lo único que ves es un caos de nieve, roca y numerosos árboles
barridos por grandes avalanchas provenientes de la pared, en ningún momento la
imaginación incita al esquiador a bajar por un lugar tan poco amable, pero la cosa cambia cuando
ganamos perspectiva desde otra montaña y
la silueta de la cara sur del Arriel se
presenta como una magnífica pirámide que nos hace soñar con lo “imposible”.
La primera vez que vi la cara sur del Arriel con los ojos del esquiador,
estaba escalando en Peña Telera, me llamo tanto la atención que empecé a
indagar sobre su posible descenso. Hablando con mi buen amigo Felix Aznar, gran conocedor de la zona,
me advirtió sobre su viabilidad, ya que en la parte baja, hay un corredor
oblicuo escondido, que con la suficiente innivación nos permitirá sortear toda
la gran barrera rocosa que hay al pie de la montaña.
Después de un invierno tan atípico
como el que hemos vivido no me imaginaba siquiera plantearme un descenso tan
efímero como este, pero como la montaña impone sus reglas, hay que adaptarse
continuamente y estar en el lugar adecuado en el momento idóneo. Nuestra chispa
se enciende al momento de ver una foto en el FB de nuestro amigo Fidel Mendía, en
la que intuimos que la montaña está en condiciones óptimas.
El martes 26 de Abril, decidimos
que es el día, estamos al inicio de un anticiclón con temperaturas bajas para
estas fechas, que nos garantizaran la estabilidad de la nieve, y su transformación
a lo largo del día para su posible descenso. Salimos del parking de La Sarra Fernando Peralta y yo sobre las 6.30 de la mañana, comenzamos la
escalada de a la pared sobre las 9, la nieve ya empieza a ponerse blanda, aunque
la temperatura no es alta, los rayos del sol inciden directamente desde primera
hora de la mañana, tendremos que darnos prisa si no queremos que la cosa se
ponga peligrosa.
Según nos aproximamos a la pared
intuimos el corredor oblicuo, que nos da la llave para el acceso a la montaña,
pero no lo vemos, y eso nos hace ponernos nerviosos, ya que sin este paso
natural, la escalada nos presentara demasiadas dificultades y no podremos
continuar el ascenso. Por suerte en cuanto ganamos unos metros más de altura se
presenta ante nosotros el deseado paso, por el que obligatoriamente tendremos
que ascender.
Vamos escalando con dos piolets,
crampones y los esquís a la espalda, de momento la cuerda va en la mochila ya
que las dificultades no son demasiado altas. Subimos todo lo rápido que podemos,
y a la vez vamos estudiando el relieve para su posterior descenso. El ambiente
que nos brinda la escalada es grandioso, el patio que se abre a nuestros pies
es cada vez más sobrecogedor. A lo largo de la pala cimera vamos turnándonos en
cabeza para ir abriendo huella, en todo momento vamos escrutando el terreno
comprobando la estabilidad de la nieve, un alud en este lugar sería fatal.
Sobre las 11:30 llegamos a la
cumbre de la montaña, con un día realmente perfecto, la temperatura es
correcta, apenas sopla viento y las condiciones de la nieve para la bajada son inmejorables.
No hay escusa la suerte está echada. La escalada ha sido bastante larga y
trabajosa, a si que intentamos descansar e hidratarnos antes de comenzar el
descenso, es muy importante que el cuerpo y la mente estén al 100X100.
Nos equipamos y por fin nos lanzamos a la
aventura. Entro en la pala con velocidad y después de un par de giros la cruzo
en diagonal cortándola por completo, con esto origino una pequeña colada que
barre toda la pared limpiándola de la nieve reciente que cayó en la última
nevada. Miro hacia la cumbre y veo a Fer que
según comienza la bajada no se encuentra a gusto, durante el ascenso ha tenido
problemas con el material, y no está del todo convencido. Medio a gritos conseguimos comunicaros y
decide bajarse por la cara Oeste, que siendo un itinerario difícil no es tan comprometido
como la cara Sur.
Intento relajarme y valorar la
situación. Estoy SOLO en esta pared, pero pensándolo fríamente sigo con
opciones de hacer el descenso con seguridad. Los primeros giros son los más
difíciles, la pendiente es realmente pronunciada y la nieve purga
constantemente a mi paso. Esquío seguro, cada giro es una maniobra fríamente
calculada en la que no existe la posibilidad de fallo. La velocidad está
controlada en todo momento, voy despacio, la fluidez a la que estamos
acostumbrados en los videos de freeride
aquí es anecdótica, no puedo caer.
Voy siguiendo la huella de ascenso
y esto facilita en gran medida seguir el itinerario. Poco a poco me voy
acercando a la zona de los grandes cortados. La incertidumbre se apodera del
momento, la nieve cada vez es más escasa, las rocas a modo de aletas de tiburón
asoman y la pendiente es muy vertical, ha llegado el momento de sacar el piolet.
Bajo despacio derrapando sorteando las rocas, la nieve en esta orientación está más dura, y el piolet me
sirve para asegurar el paso. El vacio se abre a mis pies, la concentración es
máxima, en este punto la caída no es una opción. Unos segundos más y llego a la
diagonal que da acceso a la canal oblicua, y una vez en ella las dificultades y
la exposición decrecen, aunque no me relajo hasta salir de la pared.
Es una sensación de júbilo
indescriptible disfrutar de las amplias palas de buena nieve que descienden de
los ibones de Arriel, en completa
soledad después haber pasado momentos tan intensos de incertidumbre y estrés.
Aunque parezca mentira, en pleno
siglo XXI, todavía quedan retos vírgenes en nuestros queridos Pirineos,
esperando a ser resueltos.
Brutal.. sin mas.
ResponderEliminarMaestro esquiando y escribiendo.
ResponderEliminarTodos los días veo esa gran pared,me parece alucinante bajar por ahi!! Puto amo!
ResponderEliminarEscalofriante, maravilloso, sin palabras.Siempre he mirado esa pala.Me parece preciosa. Enhorabuena.He soñado imaginándome a través de tus palabras el descenso imposible.
ResponderEliminar